Los temores expresados por George Orwell en su obra 1984 sobre el “Gran Hermano” – un estado totalitario que controlara y vigilara a sus ciudadanos permanentemente – se han materializado en los últimos años con la filtración de información confidencial sobre programas secretos de interceptaciones electrónicas, monitoreo de conversaciones, correos electrónicos y actividades en línea, la proliferación de cámaras que nos graban 7×24 y las supuestas puertas traseras que las compañías de telecomunicaciones y los fabricantes de dispositivos han dejado para que esos gobiernos puedan “escucharnos activamente”.
Sin embargo, en los últimos años hemos venido viendo crecer otro fenómeno – uno que Orwell no anticipó – y que llamaremos el Poder del Pequeño Hermano. La proliferación de smartphones, con sus capacidades para tomar casi instantáneamente fotos y vídeos sumada al florecimiento del Social Media como el medio de difusión más importante de los 50 años, nos han convertido a todos en “Pequeños Hermanos” y nos ha ayudado a nivelar la balanza de poder con aquellos que en otra época ostentaban un nivel mucho mayor.
Mirando hacia atrás, posiblemente la filmación de la brutal paliza que le dieron unos policías a Rodney King en Marzo de 1991 en los Angeles fue uno de los primeros episodios de Pequeño Hermano. El hecho fue grabado por un aficionado y fue viralizado por cientos de cadenas de noticias alrededor del mundo llevando a una de las peores protestas en la historia de esa ciudad.
El video y la viralización del contenido alteró los niveles de poder de una confrontación (si así puede llamársele) entre un negro ex-convicto y unos policías, llevando a la destitución de estos. Sin el video, posiblemente nada hubiera ocurrido.
Hace tan sólo un año vimos en Colombia un caso que gracias al poder del Social Media resultó en la destitución e inhabilitación de un “honorable” Senador del República. Se trata de Eduardo Merlano, un personajillo que intentó utilizar su nivel de poder como Senador en contra de un par de agentes de la Policía Nacional de los Colombianos quienes lo requirieron para un control de embriaguez. El Senador, abusando de su autoridad, no sólo se negó al examen sino que amenazó a los agentes y utilizó sus influencias para tratar de que no se le hiciera el procedimiento y para que los agentes del caso fueran trasladados, destituidos y castigados por cumplir cabalmente con su trabajo.
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Qué pasó? Que los agentes de Policía jugaron en este caso el rol de Pequeño Hermano y gracias a una grabación que hicieron del procedimiento con un celular y que se viralizó a través de las redes sociales Merlano no sólo no pudo cumplir con su cometido sino que fue destituido e inhabilitado por 10 años.
La balanza de poder se niveló gracias a la participación de los ciudadanos que al ver el hecho compartieron el video, se quejaron, armaron campañas online, grupos de Facebook, crearon hashtags y demás y presionaron a los encargados de la justicia de este país quienes no tuvieron más remedio que proceder en contra de un integrante de esa élite política que tanto daño la ha hecho (y le está haciendo) a Colombia.
Esta semana nos levantamos con un caso similar. Un caso que sin el poder del Pequeño Hermano y del Social Media hubiera sido registrado así:
“Concejal de Chía se Fuga de Atentado e Intento de Secuestro. Los Policías Involucrados Han Sido Destituidos.”
Sin embargo, nuevamente gracias al poder de un cámara de video – en este caso de un canal de televisión – todo el procedimiento está documentado y pocas dudas caben de la irresponsabilidad de Carlos Enrique Martínez, Concejal de Chía, y quien a pesar de querer hacerse pasar por un ángelito que huyó asustado por un procedimiento policial que no le pareció el más adecuado, ha creado él mismo la evidencia perfecta para que las autoridades competentes lo destituyan, inhabiliten y demás.
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Sin embargo, al igual que en el caso Merlano, nada va ocurrir a menos que nosotros, los ciudadanos, obliguemos a las autoridades a tomar acciones y no permitamos que todo quede en un simple comparendo que se arregla con un ir un curso de conducción y pagar una suma de dinero irrisoria para la gravedad de los hechos.
El Poder del Pequeño Hermano no está en quien capta el momento o filma el video sino en los miles y millones de personas que toman ese contenido, lo comparten, lo mueven, lo viralizan, lo vuelven una causa, un meme, un trending topic, una realidad de la que el culpable no pueda escapar ni excusarse.
Por eso viene esta invitación: No dejen que este caso se diluya en las miles de noticias que se producen a diario. No dejen que aquellos como Martínez que creen estar por encima de la ley, de las instituciones y de los ciudadanos hagan lo que se les de la gana. Compartan, viralicen, muevan y comenten para no haya excusa alguna para que los organismos de control se queden sin actuar.
De pronto así, con ese pequeño aporte podemos ir limpiando a los entes gubernamentales de esas personas que no dejan que este país progrese honestamente.