Desde hace algunos años se habla de un concepto llamado el “internet de las cosas”, según el cual, una serie de electrodomésticos y objetos de uso cotidiano estarían interconectados con el usuario por medio de internet, para permitirle a las personas comunicarse, monitorear y, sobre todo, controlar las labores diarias como el consumo de energía, la hora en la cual debe empezar o terminar el ciclo de aseo en el hogar y hasta la provisión de los víveres correspondientes en el refrigerador para el desayuno.
“El internet de las cosas” suena muy bonito y, debo admitir, que ya estamos muy cerca de dicha realidad, en la cual las entidades u objetos tienden a operar por su cuenta, en función de las circunstancias del ambiente para el cual han sido programados. Sin ir más lejos, se puede citar el caso de los recientemente lanzados electrodomésticos de LG con “HomeChat” que, literalmente, “chatean” con el usuario para coordinar las labores domesticas. Como este hay muchos caso de empresas grandes como LG, Samsung, Google y, también, pequeños emprendimientos que han aprovechado los grandes avances de la domótica para facilitarle la vida al usuario.Pero, sobre todo en el caso de los pequeños emprendimientos, todas estas innovaciones traen nuevos retos no sólo en materia de integración con la realidad del usuario sino también en materia de seguridad. Puede que este concepto no parezca importante pero, imagínense el siguiente escenario: “por cosas de la vida” un buen día un “hacker” logra acceder a su nevera inteligente y usa la conexión a internet de la misma para enviar una serie de emails sobre pornografía infantil o, peor aún, la usa para perpetuar una estafa electrónica. Aunque tal situación suena pintoresca, seguramente dejaría de serlo si la unidad local de delitos informáticos lo cita, por su condición de dueño, a presentar los descargos por “el crimen cometido por su nevera”.
Llevando la situación del “internet de las cosas” a un caso más cercano a la realidad de muchos usuarios de norteamérica, llegue a suponer que su silla inteligente tuviera la capacidad de guardar datos sobre sus malas posturas durante cada periodo de uso y, luego, en el momento de pedir un tratamiento para la espalda fuera “chismosa” y le compartiera dicha información a su aseguradora o al médico de su entidad prestadora de salud? Puede que alguna de las entidades anteriormente nombradas simplemente le negara el auxilio o tratamiento requerido por sus malas prácticas al asumir posturas no recomendadas.
Cualquiera de las dos situaciones anteriormente nombradas no están para nada lejos de la realidad, ya que muchos aparatos no han sido diseñados ni programados pensando en la seguridad; sus creadores sólo han intentado subirse a tiempo a la ola del “internet de las cosas”. Por lo mismo, es muy importante hacer la tarea de investigar sobre los parámetros de seguridad y las condiciones de privacidad (para determinar qué tan invasivas pueden llegar a ser) antes de invertir en un nuevo electrodoméstico inteligente. Más allá de hacerle caso al asesor o vendedor de los almacenes de cadena que, sencillamente, sólo está detrás de una comisión por la ventas, lo mejor es documentarse con los datos del fabricante y las opiniones de los usuarios, para comprar artículos de marcas que garanticen el correcto funcionamiento de los mismo en los siguientes aspectos:
- Los casos de uso son amplios, suficientes y satisfactorios para los usuarios actuales del producto,
- Las políticas sobre los datos recolectados. Para esto vale la pena averiguar: qué información se recolecta? Qué se hace con ella? Quién puede accederla? Se necesita de credenciales de usuario para acceder a la data? El usuario puede borrar los datos recolectados con cierta temporalidad?
- Las vulnerabilidades o los casos en donde los artículos de cierta marca han sido “hackeados” y cómo la marca ha ayudado a los usuarios a solucionar dicho problema,
- Cada cuánto el fabricante lanza parches o actualizaciones para mejorar la seguridad del dispositivo?
Finalmente vale la pena aclarar que, al igual que en el caso de los SmartPhones, la seguridad en este “momentum tecnológico” depende estrictamente de las precauciones del usuario, que es quien tiene el control sobre la decisión de compra, debido a que los entes estatales de control tienden a tardar bastante en entender conceptos como el del “internet de las cosas”, para después crear las reglamentaciones legales que pueden llegar a regularlos.