Son cada vez más las tarjetas con chips de NFC o RFID que utilizamos – esas que con sólo acercarlas a un lector nos permiten entrar a una habitación de un hotel, o ingresar al Transmilenio o SITP (o el sistema de transporte de su ciudad), acumular y utilizar puntos en cafés y restaurantes y hasta pagar (hasta cierto monto) en millones de establecimientos en todo el mundo.
Su facilidad de usarlas es, a la vez, su mayor beneficio y su más grande riesgo. Sobretodo con el ingenio de los malhechores.
Y así como cada vez son más los casos de clonación de tarjetas débito y crédito en cajeros, restaurantes y bares – los cuales tienen un impacto de cerca de USD 16,310 Millones por año, según el Nilson Report (en Colombia clonan más de 30mil tarjetas por año) – son cada vez más sofisticados (y fáciles de usar) los mecanismos para robarnos plata e información.
Con un setup relativamente sencillo, que incluya un lector de RFID y unas instrucciones que se encuentran relativamente fácil en internet cualquier persona puede, con solo acercarse a usted, a la billetera que lleva en el bolsillo o en su cartera, sacar información y dinero de estas. Todo sin que usted se de cuenta.
¿Cuánta plata tiene en su tarjeta de Transmilenio? ¿Cuántos puntos redimibles hay en su tarjeta de Starbucks (si vive en EEUU o México)?¿Qué información hay en la tarjeta del hotel donde se está quedando?¿ Qué datos hay almacenados en el carnet de su universidad u oficina? La verdad es que el riesgo es latente y el potencial de pérdida es inmenso.
Traigo el tema a colación porque hace unas semanas fui a comprar un backpack y en la tienda de Totto me encontré que la compañía está vendiendo billeteras (y pronto carteras y morrales) con protección anti-RFID. Así, las tarjetas que usted tenga dentro de ellas no pueden ser leídas a menos que usted las saque.
Y me pareció una idea genial, un tema en el que poco pensamos pero que puede cambiar nuestra situación de seguridad de una manera fácil y sencilla. Aquí hay algunos de los modelos: