Si alguna vez ha leído un End User License Agreement – el acuerdo de uso de licencia – de cualquier fabricante de software notará que hay 2 cláusulas que son realmente importantes: 1) una en la que el fabricante le informa que no puede garantizar que el producto funcione y limita su responsabilidad y 2) otra en la que el fabricante le dice que podrá auditar el uso que usted haga de sus productos.
Las auditorías de software no son cosa nueva. Durante años los fabricantes la han usado para proteger sus derechos de propiedad intelectual, para garantizar el cumplimiento de los acuerdos contractuales y para asegurar que nadie use más de aquello por lo que ha pagado / está pagando.
El problema es que ante las crecientes presiones de los inversionistas por ver retornos y resultados cada vez más altos y a la desconexión de la fuerza de ventas de dichos fabricantes con la realidad de la tecnología en el mundo empresarial, los fabricantes dependen cada vez de las auditorías de software para producir dinero.
Dinero que no necesariamente viene de un mal uso o sublicenciamiento por parte del cliente sino de una jugarreta pseudo-legal en la que algunos auditores aplican normas y términos que jamás fueron acordadas contractualmente con el cliente sino que “son políticas de la empresa” que están en una página web interna a la que ningún cliente tiene acceso.
El tema empeora cuando usted se entera que aquel auditor, que se presenta como un encargado de la protección de los derechos de propiedad de [ponga el nombre del fabricante que quiera], no es más que un nuevo tipo de vendedor y que al igual que los vendedores tradicionales este también tiene una “cuota” que cumplir. Solo que la hace con una pistola en la mano.
Un auditor con cuota no puede ser imparcial. Un auditor con cuota intentará cobrar plata de cuanta auditoría haga para cumplir con su “número”. Un auditor con cuota – directa o indirecta – armará cuanta artimaña pueda para asustar y arrinconar al cliente para que este pague lo que sea con tal de evitar “las sanciones a las que haya lugar”, incluso si al final pierde el puesto por la mentira con la que le cobraron.
Así, vemos auditores que sin ningún tipo de reparo – ni entendimiento del cliente ni su entorno – exigen regularizaciones estrambóticas (este año he visto 2 de un fabricante por más de USD 11 Millones cada una), se saltan las condiciones contractuales asociadas a la auditoría, no aceptan los errores de su empleador pero cobran los del cliente y presionan por el pago de montos que lleve a la subsidiaria correspondiente a “vender” lo que por medios tradicionales no está vendiendo.
Son como vampiros, como el chupacabras y me alegro decir que aunque fui uno de ellos jamás fui tan descarado y ya me rehabilité.
Disclaimer: en mi otra vida ayudo a las compañías con este tipo de problemas