La iniciativa presentada el martes pasado por Google de explorar el papel de la tecnología para combatir las redes internacionales del crimen ha causado un gigantesco y positivo impacto en la opinión pública mundial.
Y no es para menos cuando es la autoridad en el mundo de la tecnología, el referente más elevado en cuanto a internet se refiere, quien encabeza la propuesta y pone al servicio del planeta sus recursos para llevar a cabo una lucha frontal contra uno de los problemas más grandes de la humanidad, cuyos efectos se evidencian a diario en cientos de miles de vidas perdidas y miles de millones de dólares desperdiciados en toda clase de actividades ilícitas.
Esta iniciativa, que se ha convertido en una vasta red de entidades públicas y privadas de muchos países, víctimas de delitos, políticos de todos los sectores, expertos en tecnología, profesionales de todas las áreas, y muchos otros miembros de la sociedad civil, promete desde ya ser una organización planetaria histórica en la guerra contra el crimen.
Basta con pensar en el poder colosal que posee Google en el ámbito de la tecnología como una de las dos compañías que canalizan y generan la mayor cantidad de información a nivel global. Esta compañía tiene en sus manos prácticamente todas las herramientas imaginables para conocer en detalle la procedencia y la naturaleza de toda la información que pasa por sus servidores, desde la que se utiliza para actividades perfectamente legales como la que está al servicio de las organizaciones criminales.
A esto se suma el poder económico que tiene una compañía de tal magnitud y, por ende, su ilimitada capacidad de influenciar la opinión pública mundial.
Sin duda alguna, iniciativas de semejante nivel representan una cooperación incalculable en los esfuerzos de la humanidad por deshacerse de grandes males o por lo menos ejercer un control mucho más fuerte sobre ellos. No obstante, dada la magnitud de la propuesta de Google y de las principales entidades que están detrás de ella, también se abren algunos interrogantes al respecto.
Se ha dicho que entre algunas otras entidades del gobierno de los Estados Unidos, se encuentran estrechamente vinculadas a esta iniciativa (o se verían notablemente apoyadas por ella) la Interpol y el FBI, en su lucha contra el narcotráfico y el terrorismo internacional.
Aunque no son informaciones que se difunden ampliamente, ya el mundo ha conocido la gran cantidad de arbitrariedades que se han cometido contra inocentes y población civil, especialmente en Irak, Afganistán y otras sociedades musulmanas por parte de las fuerzas militares estadounidenses, en la llamada “Guerra contra el terrorismo” que se inició el gobierno de este país tras los atentados terroristas del 2001.
Ahora, cuando el gigante Google, de manera oficial, pone al alcance de estas entidades todos sus recursos (que no significa ni más ni menos que información de prácticamente todos los habitantes del planeta), da un poco de temor pensar que todas nuestras búsquedas por internet pueden ser registradas por el gobierno de Estados Unidos y esto podría dar lugar a temerarios movimientos de espionaje informático que llegarían a justificar la persecución política, la detención de personas inocentes e incluso los crímenes de civiles a nombre de la seguridad mundial.
De la misma manera que hace unos años este gobierno se inventó la designación de “Eje del mal” para referirse a los países que, según ellos, son potenciales amenazas para la seguridad mundial y auspiciadores de grupos terroristas, un acceso ilimitado a la información de todos los internautas puede llevar a que se cometan graves atropellos contra la vida y la libertad de las personas si se cree tener las pruebas suficientes para juzgarlas de criminales o terroristas.
Si bien es cierto que la iniciativa de Google abarcará la lucha contra delitos tan infames como la trata de personas, el tráfico de órganos, los trabajos forzados, el reclutamiento de niños para combatir en ejércitos y el narcotráfico, y que en ese sentido constituye una herramienta crucial para la paz y la justicia en el mundo, también es cierto que se debe tener ojo crítico sobre ella y sospechar de las segundas intenciones que puede encerrar una propuesta tan generosa y altruista.
Ya la historia nos ha enseñado que aun cuando no se cuenta con información y pruebas suficientes, los poderosos se las han arreglado en miles de ocasiones para juzgar y callar a sus contradictores e imponer como justos y rectos sus puntos de vista ante el mundo.
¿Podemos imaginar entonces qué puede suceder cuando los gobiernos más poderosos del planeta tienen acceso a la información de prácticamente todos los seres humanos?