Todo parece indicar que nos acercamos a un nuevo fenómeno de xenofobia, pero esta vez no enfocada en las personas y de donde vienen sino en la tecnología y de donde viene.
Déjeme le pongo algunos ejemplos, partiendo del más reciente: El día de ayer el Ministerio de Tecnología y Electrónicos de la India anunció la prohibición de uso de 59 aplicaciones que pueden resultar “perjudiciales para la soberanía e integridad de India, su seguridad y estado de orden público”.
Lo interesante de la lista es que todas las aplicaciones tienen algo en común: son producidas por compañías Chinas. Entre ellas se encuentran TikTok (la red social que ha explotado en uso en lo que va corrido del año), WeChat (la SuperApp más grande del mundo) , Clash of Kings (uno de los juegos más populares en Medio Oriente y Asia) y varias de las aplicaciones propias del ecosistema de Xiaomi (que es hoy por hoy el principal vendedor de smartphones en dicho país).
El Ministerio ha argumentado su decisión en varias denuncias de “robo y transmisión de información a servidores por fuera de la India.
El anuncio se suma a los llamados de varios congresistas y parlamentarios de Estados Unidos (casi todos Republicanos) a bloquear TikTok al catalogarla como una herramienta de subversión desarrollada por el Gobierno Chino luego de que se conociera que varios fans del K-Pop y TikTokers fueran en parte responsables de la debacle del fallido rally del Presidente Trump hace un par de semanas. O a los gritos de ofuscación derivados de los problemas de seguridad evidenciados con el intempestivo crecimiento de Zoom en el primer trimestre del año, cuando muchos creyeron que porque su CEO tiene los ojos rasgados la compañía era China.
No podemos olvidar los esfuerzos (extravagantes y descarados) del gobierno norteamericano en contra de Huawei, esfuerzo que va mucho más allá de sus fronteras y que incluye desde amenazas directas hasta lobbying para que Gobiernos de otros países no permita el uso de componentes del gigante Chino en el despliegue de redes 5G en sus territorios.
Y, claro, no podemos dejar de lado el bloqueo de aplicaciones norteamericanas por parte de gobiernos como el de Rusia, China o Irán.
Incluso, podría un ir más atrás en el tiempo y recordar como en Ecuador, en tiempos de Chavez y Correa, los entes gubernamentales tenían prohibido adquirir soluciones de telecomunicaciones de proveedores norteamericanos (como Cisco) por temas “seguridad nacional” (es decir lo ecuatorianos temían que los gringos estuvieran espiando sus llamadas, algo que Edward Snowden luego confirmó).
Ahora, con la masificación de los smartphones, volvemos al tema de las apps y me pregunto ¿caeremos en la xenofobia tecnológica?
¿Cómo nos afectará a aquellos que no siendo ciudadanos de ninguno de esos países, utilizamos apps y servicios de compañías ubicadas, radicadas o que tienen servidores en alguno de esos países?
¿Cómo afectará el desarrollo de nuestra infraestructura tecnológica cuando recibamos presiones de diferentes gobiernos para no aceptar componentes de x o y compañías por su nacionalidad?
¿Llegaremos al extremo de que las personas escojan las aplicaciones que usan por la nacionalidad de sus fundadores o empleados?
Lamentablemente, creo que sí.