En un mundo donde en un minuto, se ven más de 4 millones de vídeos de YouTube, se envían más de 400,000 tuits al minuto y casi toda la población mundial pasa más de tres horas al día en Facebook, la posibilidad de ver, recibir y leer algo falso es elevada, muy elevada. Y con las verdades de a puño que uno a veces lee o escucha, verdades de a puño que muchas veces son simplemente mentiras o no hay manera de validar, me parece fundamental encontrar las herramientas para ayudarle a mis hijos y estudiantes a ser mejores ciudadanos.
Participar del debate político, social y ético de la Sociedad en la que estamos es un ejercicio que hago todos los días con mis estudiantes y con mis hijos. Para mi no hay asuntos triviales. Solo hay especulaciones y demostraciones. Y me muevo en general en el mundo de las demostraciones. ¿Entonces como hacer para que mis hijos y mis estudiantes viven en el mundo de las demostraciones, de la realidad comprobada? La respuesta es evidente: Hay que enseñarles a verificar quien es el autor, a revisar el contexto, a preguntar y a preguntarse. Eso se llama pensamiento crítico y es UNA de las habilidades del siglo 21, que son esas habilidades que todos debemos tener para vivir y sobrevivir en el mundo digital, o en el siglo 21. Escribir esto es mucho más fácil que ponerlo en marcha.
Me puse en la tarea de buscar recursos educativos para tener más herramientas para poder explicar y sobretodo para ejercer el pensamiento crítico cuando se lee algo, o se ve algo. Me encontré los materiales pedagógicos desarrollados por el Museo de las Noticias en Washington DC. Todo el material está sensacional, precisamente porque ayuda a maestros (y padres) a enseñar pensamiento crítico y a diferenciar lo que es verdad de lo que no.
Usando una hoja de actividades y noticias de distintas fuentes, los estudiantes pueden aprender y entender que hace que una pieza de contenido, especialmente una de contenido noticioso sea confiable. El ejercicio se divide en dos áreas por un lado, la publicación y por otro el autor.
Sobre la publicación:
Los participantes analizan si la publicación por ejemplo tiene un espacio digital o físico donde se pueda conocer un poco de su historia, donde están localizados, que otros servicios o productos etc. También promueve una reflexión sobre si tiene o no propagandas, o si es transparente como se financia. Además le pide a los estudiantes que averigüen un par de hechos adicionales sobre la publicación. Los estudiantes deben explicar porque es o no es una publicación creíble basados en lo que han venido averiguando. Y también deben dar razones que no le den credibilidad.
Sobre el autor:
Luego, en la sección del autor (productor de contenido), los participantes deben revisar si la biografía del autor hace parte del artículo o si no hace parte del mismo cuales son las razones y si estas son explícitas o implícitas. Además deben revisar si el autor tiene alguna presencia en las redes sociales y si puede contactarse. Los participantes también deben buscar otros artículos producidos por el mismo autor. Además, deben analizar porque le creen y porque no le creen.
En general, la regla del mundo de las publicaciones, que a veces se nos olvida, es que la información debe ser verificable, es decir que por lo menos otra fuente confiable la haya publicado, y/o que el autor haya citado dos fuentes de información distintas. La actividad incluye, una lectura juiciosa del artículo ( o una escucha activa si en un audio o vídeo) donde se deben encontrar las fuentes del productor, se debe investigar sobre las mismas y explicar porque el autor las escogió y porque son confiables.
El ejercicio se realiza en un ambiente colaborativo y abierto. Los participantes trabajan en parejas y en plenarias van presentando sus resultados y resolviendo dudas. Al final, el ejercicio es valioso porque los estudiantes/participantes comprenden (o eso es lo que uno espera) la importancia de verificar la fuente de la información. Una vez verificada la credibilidad del autor o productor del contenido, podemos si proceder a compartir la nota, a discutir su contenido y a usar información verdadera para alimentar nuestros argumentos o nuestros feeds de redes sociales. Y así podemos ayudarle a nuestros hijos (e incluso a algunos adultos) a entender y analizar que no todo lo que se publica en la Web es verdad, o es mentira.