Navegar el mundo de los contenidos de entretenimiento es un ejercicio de alta complejidad. Tras la revolución de los medios digitales, y las demandas e investigaciones de piratería, nos dimos por enterados (a las malas) que nunca habíamos comprado contenidos de entretenimiento. Solo habíamos adquirido los derechos para reproducirlos en la privacidad de nuestro hogar. Nunca leímos, mucho menos entendimos, las complicadas cláusulas legales que restringen el uso de los contenidos.
Uno de los varios secretos de la rentabilidad de los productores de contenidos ha sido obligarnos a ”recomprar” los derechos de uso, cuando una nueva tecnología de reproducción se populariza. Si tenía una colección de discos de vinilo o cassettes y la volvió a comprar en CD, entenderá de que le hablo. Un tiempo después, el advenimiento de las tecnologías digitales de compresión de audio, imágenes y video permitió que los usuarios hiciéramos copias exactas de los contenidos. Así, la piratería se volvió rampante y los productores vieron peligrar su modelo de negocio.
Apple, y su iTunes Store los salvó parcialmente de la piratería, pero les rompió uno de los paradigmas de su negocio: El empaquetamiento de contenidos. Antes del iTunes Store el usuario tenía que pagar por un disco completo para poder acceder a una o dos canciones, que en realidad eran las que le interesaban. Un negocio redondo para el productor de los contenidos que se desarticuló con el advenimiento de las tecnologías digitales. Como era posible comprar legalmente los derechos de cada canción al detal, había una propuesta más conveniente y económica para el usuario, pero mucho menos rentable para los productores.
Otro de las antiguos sustentos del negocio del negocio era “liberar contenidos” de forma cuidadosamente calibrada a través del tiempo y las geografías. Una película o disco de moda en un país, podía tardar meses en llegar a otro lugar. Este calendario aseguraba que la duración de un contenido se alargara en el tiempo y aumentara su rentabilidad. Los servicios de distribición digital también rompieron este esquema. Todo se consigue desde el momento (si no antes) en que es liberado en el primer mercado.
Finalmente, los productores controlaban el precio, y por ende la rentabilidad, de su producto mediante una cuidadosa selección de los contenidos. Los artistas tenían que convencer a expertos musicales de que su producto era atractivo para una gran masa de consumidores. De lo contrario era prácticamente imposible ser publicado. El modelo de distribución de la “cola larga”, la gran innovación de Amazon, acabó también con esa veta de negocio. Cualquiera puede mostrar su producto en una vitrina digital y aunque tenga pocos consumidores, agregados hacen masa suficiente para que sea un negocio.
Ante la evidencia podríamos pensar que los productores son muertos vivientes. Y por algún tiempo creo que ellos también lo creyeron. Por esta razón se volcaron a luchar por su supervivencia en las cortes de justicia. Pero personalmente creo que empiezan a ver un nuevo amanecer con un modelo de negocio completamente diferente.
La curación de contenidos.
Para los usuarios, encontrar contenidos atractivos en los nuevos modelos de distribución, donde todos los contenidos están disponibles todo el tiempo, es un trabajo agotador. Algunos productores musicales de la nueva ola, como Jimmy Iovine, han descubierto que su gran contribución es buscar por nosotros, en medio de tanta variedad, lo que nos gustaría consumir. Algunos startups, como Pandora y Spotify, han intentado automatizar esta complejidad mediante algoritmos. Pero la evidencia parece indicar que el que mejor lo está haciendo es Apple, a través del equipo de Iovine, con los playlists “humanos” de Apple Music.
Es un modelo que no aplica solamente para la música. Empiezan a aparecer curadores para listas de películas, de libros, de programas de televisión, etc… Pero lo que me llama la atención al entender el valor de los curadores es que su aplicación es universal. Recientemente me encontré con un par de ex-empleados de Linio, quienes me contaron acerca de su nuevo proyecto, Mercadoni. Mercadoni tiene unos expertos en hacer mercado para usted. Ud. solicita los productos por internet y los expertos de Mercadoni los seleccionan en los supermercados. Como usuario de Mercadoni, ud. confía en que el experto es capaz de encontrar la fruta en el mejor punto de madurez, o de seleccionar verduras frescas y al emjor precio posible. Conecté de inmediato los hilos y caí en cuenta de que muchos de los unicornios actuales están jugando en un espacio similar.
Así, con los curadores humanos de por medio, tenemos un nivel mayor de certeza de que lo que estamos consumiendo se acoge a los mejores estándares de servicio. El secreto de esta nueva economía está en la confianza que nos genere el curador. Creemos que Iovine y su equipo conocen de intérpretes musicales y que sus listas de reproducción nos muestran lo mejor y mas apropiado para nuestro gusto. Creemos que los expertos de Uber revisan y exigen que los taxistas se acogen a las mejores prácticas de mantenimiento y seguridad. Creemos que los expertos de Airbnb revisan los apartamentos y habitaciones y que se aseguran de que estén en perfectas condiciones.
Estamos dispuestos a pagar un poco mas por esa certeza y confianza adicional que nos provee el que un experto haya revisado y encontrado lo que queremos, a nombre de nosotros, antes de hacer la compra. Y todo indica que ese pequeñísimo detalle vale miles de millones de dólares en la economía actual.