Hay pocas cosas tan aburridas como tener que usar un casco cuando se monta en moto, en patines, en bicicleta. Los beneficios de usarlo son claros y las estadísticas – por lo menos en el caso de los conductores de motos – demuestran que su uso salva vidas. Punto. Por eso en tantas partes del mundo su uso es obligatorio.
Ahora bien, eso no quiere decir que el modelo de casco que tenemos en la actualidad sea el óptimo. Es más, posiblemente es el “menos peor” de los que podría existir.
Si, uno se despeina. Si, uno suda como un loco. Pero en realidad si uno examina el casco, tal y como existe hoy, los problemas que genera saltan a primera vista. Sólo mire la reducción en la capacidad de escuchar lo que sucede alrededor o, peor aún, la restricción que genera al campo visual y cómo su uso limita lo que ve quien lo usa.
Por eso me ha llamado mucho la atención el proyecto de Anna Haupt y Terese Alstin, un par de diseñadoras suecas que se han puesto a la tarea de construir una nueva visión de lo que es un casco, de sus beneficios y de las limitaciones que ofrece, partiendo de cero y quitando de la ecuación las preconcepciones que tenemos.
Su producto, el Hövding, es como airbag para personas – por ahora lo están enfocando en ciclistas pero claramente su uso tiene más aplicaciones – en el que llevan trabajando desde hace cerca de 8 años. Está disponible en Europa por 399 Euros (algo así como USD 600). Y aunque es caro para lo que se encuentra en el mercado la verdad es que no sólo es más cómodo y cool que un casco tradicional, sino que ofrece más protección que los modelos actuales.
El funcionamiento es sencillo: el usuario se pone el casco, que en realidad es un “cuello” como el que se ve en esta imagen.
El dispositivo tiene unos sensores que evalúan los movimientos y que en caso de detectar una caída activan el sistema y generan el “casco” con una medidas de seguridad similares a las que encontramos en los vehículos hoy en día. Acá está su video:
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