Hoy hace 50 años Gordon Moore – quien se convirtiera luego en uno de los co-fundadores de Intel – hizo una “pequeña” observación, que plasmó en un artículo en la revista Electronics (si tiene tiempo y le gusta el tema, dele una mirada al artículo original; es súper interesante leerlo en retrospectiva) que luego se convertiría en algo que conocemos como la Ley de Moore: un principio que ha regido el desarrollo tecnológico durante esta mitad de siglo y que nos ha traído hasta donde estamos hoy en día.
Moore predijo que el número de transistores en un circuito integrado se duplicaría cada año (10 años después revisó su predicción indicando que el período es de 2 años y no de 1). Dijo, además, – y ojo que esto es 1965 – que “los circuitos integrados conducirán a maravillas como computadores de hogar o al menos terminales conectados a un computador central, controles automáticos para vehículo y dispositivos móviles de comunicación personal. El reloj de pulsera electrónico sólo necesita una pantalla para que sea posible hoy en día“.
Así, Moore – a quien pueden ver en este video hablando sobre esa predicción 50 años después – predijo la existencia de PC, del internet, de los sistemas que hoy manejan muchos de los aspectos de nuestros carros, del celular y, por qué no, del smarwatch.
Cuando uno habla que la capacidad de algo se duplicará cada 2 años, la mayoría cometemos el error de ver esta progresión de manera lineal, cuando en realidad es un crecimiento exponencial. Sólo hace falta ver el número de transistores existentes en los procesadores de ese entonces (cerca de 2,300) y los de hoy (el Intel Core i7 de 6 cores tiene 1,700,000,000).
El aumento en la capacidad de transistores ha permitido aumentar la capacidad de procesamiento y almacenamiento de la información de forma exponencial. Un ejemplo que me encontré en la casa de mis padres esta semana:
El disco duro de la izquierda, de 1995, almacena 540 MB (o sea 0.54 GB). El de la derecha almacena 960 GB. Es decir que en el de la derecha podemos guardar 1778 veces más que en el de la izquierda.
Lo más interesante es que este crecimiento ha venido de la mano con una reducción del costo y del espacio requeridos para su producción y con un impacto no sólo tecnológico sino económico y social que ha llevado a la tecnología a manos de todos los habitantes del planeta.
Gracias a la Ley de Moore, que pasó de una predicción a una guía sobre la cual los fabricantes decidieron armar su roadmap de desarrollo, en 5 años nos estaremos acercando al momento en el que el tamaño de los chips se aproximen a cero (o sea 7 nanómetros o 21 átomos de “ancho”). De esto hablamos con Brian Austin Green – Chief Futurist Officer de Intel – hace un tiempo. La entrevista completa con él está disponible en este link.
La gran pregunta es hasta donde podemos mantener esta velocidad de innovación una vez nos acerquemos a los límites que nos impone la física. Intel produce sus chips actuales bajo un proceso de manufactura de 14 nanómetros (en perspectiva, una cadena de ADN mide 2.5 nanómetros de ancho) y está trabajando en tecnologías de 10 y 7 nanómetros. Pero, y luego? Esa es la gran pregunta y es por eso que el 2020 será tan interesante.
Ahora bien, qué hubiera pasado si otras industrias hubieran avanzado al paso que lo ha hecho la tecnología? Intel hizo una comparación de cómo serían otros productos – y otras industrias – si le hubieran “aguantado el paso” al desarrollo tecnológico y que sirven para ilustrar la dimensión de lo que ha ocurrido, y sobretodo, del impacto de la Ley de Moore:
- Si los automóviles hubieran evolucionado a la misma velocidad de la Ley de Moore, hoy podríamos manejar a 300Mil millas / hora, con un galón de gasolina podríamos andar 2 millones de millas y sólo nos costaría USD 0.04. Ah! y serían del tamaño de una hormiga.
- Un viaje a la luna, que tomó 3 días y costó USD 25,000,000,000 en 1969 se podría hacer en tan sólo 1 minuto y costaría lo mismo que un avión privado.
- Si los rascacielos hubieran crecido en altura a la misma velocidad de la Ley de Morre, hoy serían 35 veces más altos que el Everest y construir uno costaría lo mismo que vale un PC normal.
La “pequeña” observación de Moore ha sido uno de los motores más importantes en el proceso de desarrollo y revolución tecnológica que hemos vivido. Su impacto, en los próximos años, será exponencialmente mayor a lo que hemos visto hasta ahora y será la piedra angular para el desarrollo de nueva tecnologías y tendencias, como el Internet de las Cosas.