Una de las peores tragedias tecnológicas que le puede suceder a una persona hoy en día, es perder su teléfono. Quienes usan la nube están relativamente protegidos de perder su información. Pero si recuerda la época cuando el Blackberry era relevante, perder el teléfono era equivalente a perder su identidad. En esa época, cuando alguien extraviaba su Blackberry, de inmediato publicaba un mensaje en las redes sociales avisando el suceso. Era la única forma de lograr que lo volvieran a agregar al chat.
Gracias al advenimiento de la telefonía celular, el número de teléfono se convertió en un identificador personal. Tanto así, que casi todos los países han instituido la portabilidad numérica para proteger lo que se convirtió en un derecho ciudadano de facto. Hoy, perder el número de teléfono personal casi significa quedar desconectado de nuestra red de contactos.
No obstante, el número telefónico es un sistema imperfecto de identificación global. La duda obvia es la recordación del número. No es fácil memorizar una serie de 12 dígitos, mucho menos cuando tenemos que hacerlo con cientos o miles de series. Para solucionar ese problema creamos el Palm Pilot, precursor de nuestros actuales smartphones, hace más de 20 años.
Técnicamente el numero de teléfono está camino de la obsolescencia. Servicios como Skype e iMessage dependen de otros identificadores que se mueven mejor a través de varios dispositivos.
El número telefónico tampoco es global. Si nos movemos de pais tenemos que cambiarlo, so pena de pagar tarifas exorbitantes de roaming. Tampoco es único. Aún tenemos varios números de teléfono. Aunque las líneas fijas en los hogares prácticamente han desaparecido (en mi casa hay una que nadie usa), en las oficinas sigue siendo un servicio omnipresente (que cada vez usamos menos).
El correo electrónico era el llamado a convertirse en el identificador personal global. Pero no sucedió, principalmente por la facilidad que tienen “los malos” para trucarlo. Hoy, poco confiamos (o deberíamos confiar) de la identidad de quién nos envíe un mensaje. Pero la figura del correo electrónico era una mejor proposición que el número de teléfono. Es un identificador relativamente fácil de recordar y su creación por un individuo es verificable.
Por un instante, hace un par de años, Twitter parecía llegar a tomar ese puesto. El @ tiene todas las características obvias de un identificador global. Excepto que a muchos les ha costado entender de qué se trata el servicio y Twitter falló en popularizarse globalmente en la escala necesaria. Si Facebook usara un identificador único, posiblemente podría convertirse en una alternativa. Pero no lo hizo y es muy improbable que lo haga.
Pueden haber otros intentos existosos en el futuro. Mientras llegan, el número telefónico tendrá que seguir existiendo, aunque tecnologicamente sea obsoleto. La necesidad de un identificador único global es cada vez mayor y sigue siendo latente. ¡El número telefónico se niega a morir!