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¿Ha oído hablar de Ley de Moore?

El paso agigantado al que avanza la tecnología pone presión sobre los consumidores finales. Pero quejarse porque un smartphone del 2010 ya no actualiza más es no entender la Ley de Moore y su impacto en la vida diaria

La Ley de Moore nos afecta todos, incluidos (y sobretodo) a aquellos que nunca han oído hablar de ella. A aquellos que sienten que “el mundo está avanzando muy rápido”, a aquellos que – como Javier – creen que un smartphone del 2010 “no es para nada viejo” y a aquellos que ven como los productos electrónicos que compraron hace 1 año palidecen con respecto a los que están llegando al mercado. 

La Ley de Moore nace de una observación de Gordon Moore, cofundador de Intel y de Fairchild Semiconductor, quien en 1965 se dio cuenta que la cantidad de componentes de un circuito integrado se duplicaban casi 18 meses, impactando así la velocidad y capacidad de procesadores, sensores y demás. 

Bajo un crecimiento lineal uno crece de 1 a 51 en 34 iteraciones de 18 meses. Pero bajo un crecimiento exponencial, como el evidenciado por Moore, en ese mismo período se pasa de 1 a 17,179,869,184. La diferencia es dramática.

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Es gracias a la Ley de Moore y a como la tecnología construye exponencialmente sobre lo ya construido que los avances científicos y tecnológicos son cada vez mayores. Mire la velocidad a la que se descifró el genoma humano (lento al comienzo rápido al final), o la cantidad de planetas que hemos descubierto en los últimos años. Dele una mirada a los avances en Machine Learning y reconocimiento de voz. Mire como sus dispositivos aprenden cada vez más rápido (ha usado Siri, Cortana o Google Now recientemente?). O dele una mirada a los avances en medicina, en energías alternativas, en procesamiento de imagen y hasta en agricultura que ha habido reciente. 

La Ley de Moore es la responsable de que las perspectivas de nuestro futuro sean mejores que nunca. 

Sin embargo la Ley de Moore también nos afecta negativamente. 

El paso al que crece la tecnología, en especial la de consumo, está poniendo una presión exagerada sobre el consumidor final. He oído a fabricantes de smartphones (que corren Android) decir que esperan que sus clientes cambien de dispositivo cada 8 o 12 meses (WTF!! En serio??), he sido víctima, al igual que muchos de ustedes, de algo que se conoce como obsolencia programada y veo con preocupación cómo no acaba de salir al mercado un dispositivo cuando otro ya lo dejado “obsoleto”.

Ahora bien, una cosa es que eso pase en un período de 6 o 12 meses y otra muy diferente que pase luego de 6 años. 

Piense en ese celular que compró hace 6 años y que era lo “más de los más” en su momento. Piense que en estos 6 años las tecnologías que lo componen se han multiplicado por 16 en capacidad pero las de ese dispositivo, no: la velocidad de procesamiento, la capacidad de almacenamiento, la memoria que usa para correr las aplicaciones, el tamaño de esas aplicaciones, la calidad de la cámara y hasta los requerimiento de uso de las aplicaciones que funcionan. 

Todas crecen, exponencialmente y por separado. Todas demandan más capacidad para su ejecución. Y sin embargo, el pobre dispositivo está atorado en el tiempo. En el mejor de los casos habrá recibido actualizaciones de su sistema operativo, mejorando algunos aspectos de su funcionamiento, sobre todo de su seguridad, y ampliándole su vida útil. En el peor, el mundo Android, ese dispositivo es cada día más inseguro y muy probablemente dejó de funcionar hace 3 o 4 años.

Pero mucho upgrade que haya recibido los fabricantes de las aplicaciones – que no son los mismos que los del sistema operativo – quieren y necesitan más. Y ahí es donde si usted tiene un smartphone de hace más de 5 años que aún funciona lo que debería hacer es dar las gracias, no actualizarlo más y rezar para que siga funcionando. 

Y a usted, ¿como lo afecta la Ley de Moore?

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