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¿Hace sentido que todos aprendamos a “echar código”?

No todos los niños y jóvenes van a ser programadores o desarrolladores. Entonces, ¿por qué se está promoviendo que todos aprendan a programar?

Posiblemente no exista una labor que haya crecido tanto en los últimos 10 años que la de “desarrollador”. 

Y es que gracias a la revolución de los smartphones, la creación de los app stores y la masificación (y democratización) de la tecnología decenas de millones de personas alrededor del mundo han adoptado el desarrollo de aplicaciones y de videojuegos como una ocupación parcial o de tiempo completo, un porcentaje importante de empresas han incorporado desarrolladores a sus nóminas, proliferan iniciativas como la Hora del Código o Yo Puedo Programar, programas corporativos y gubernamentales para promover el acceso de este tipo educación a toda la población y aplicaciones como Swift Playgrounds con la que cualquiera que tenga un iPad puede aprender a desarrollar en Swift, uno de los principales lenguajes de programación del momento.

En los últimos años hemos visto, además, un empuje de la mayoría de aquellos involucrados con el sector de la tecnología para que se incorpore dentro de los pensums educativos – ojalá a nivel del colegio – la enseñanza de dichos lenguajes y se enseñe a los más pequeños a programar.

Pero, ¿hace sentido que todos los niños aprendan a “echar código”? 

Si! Hace sentido!

La respuesta es sí. Hace todo el sentido. Y está fundamentada en 2 razones: 

La primera es que – querrámoslo o no – la tecnología está cada vez más presente en nuestras vidas y cada día más de nuestras actividades incorporan componentes tecnológicos. No hace lógica, entonces, ser consumidores pasivos e ignorantes de la misma.

No es lo mismo saber usar la tecnología que entender la tecnología. Un niño de 3 o 4 años sabe usar el iPad pero no entiende las implicaciones de su uso. De la misma forma todo el mundo sabe “usar” Facebook y, sin embargo, siguen poniendo en peligro su información por ver cómo se verían si fueran del sexo opuesto y tomando tests de personalidad (más sobre el tema, aquí).

Entender la tecnología nos permite tomar mejores decisiones – más informadas – como usuarios, evaluar sus ventajas y desventajas y adoptar roles activos que minimicen los impactos negativos en nuestra vida, en nuestra seguridad y en la de quienes nos rodean.

Es la misma razón por la que todos aprendemos un mínimo de matemáticas y de ciencias, de física y química en el colegio. No es porque todos los niños vayan a ser matemáticos o científicos, es porque estas nos enseñan las reglas básicas del mundo en el que vivimos. Y en un mundo cada vez más tecnológico entonces hace sentido que todos tengamos un mínimo de conocimiento de sus pilares.

La segunda razón es mucho más interesante. Aprender a “echar código” no es sólo aprender un nuevo “idioma” (la sintaxis, la puntuación, la estructura, etc., etc), algo de por sí ya es una ganancia comprobada.

Aprender de programación es también aprender a tener paciencia (ningún programa se escribe en una sentada, sin errores), estimula la creatividad, promueve el pensamiento crítico y la solución de problemas, fomenta el foco y la concentración (algo que hemos perdido, irónicamente por culpa de la tecnología), la experimentación, la organización, el trabajo en equipo y la compartimentalización de grandes retos en pedazos digeribles de soluciones.

Todas estas, habilidades del siglo XXI. Las habilidades que necesitaran nuestros niños y jóvenes para sobrevivir, ser productivos y activos en una economía cada vez más digital y automatizada. La educación a partir de la memorización es cosa del pasado. Hacía sentido cuando la información era escasa. Pero hoy, en un mundo en el que la información abunda y es accesible por cualquiera en cualquier momento – la información está literalmente en la punta de nuestros dedos – necesitamos personas que puedan analizarla, discernir y separar lo real de lo falso, que puedan crear información a partir de datos (datos e información no son lo mismo), que sean críticos y que agreguen valor.

Porque en el mercado laboral del futuro no habrá espacio para los humanos que solo hagan tareas operativas y repetitivas (para esto están los robots!!!). El mercado laboral al que se enfrentarán esos niños y jóvenes cuando se gradúen requerirá personas que puedan razonar, que puedan crear grandes soluciones, que tengan confianza y resiliencia y que no coman entero.

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