La semana pasada, por primera vez en la historia, Alphabet (la holding dueña de Google) desglosó los resultados financieros de YouTube en medio de su reporte financiero de 2010, dándonos una visión más clara de qué tan importante (y grande) es el negocio de publicidad de la plataforma de video.
De igual forma, aunque no de manera oficial, se filtraron las cifras de cúanto produjo Instagram durante el 2019 y cómo ha venido encontrando un modelo de monetización -también a partir de publicidad- desde su adquisición por parte de Facebook en el 2012.
YouTube generó $ 15 mil millones de dólares en el 2019, un número que representa cerca del 10% del total de ingresos de Alphabet y que, aunque nada despreciable, sorprendió a muchos analistas que esperaban que el monto fuera mayor dada la cantidad de tráfico que tiene la plataforma y el tiempo que dedica el usuario promedio en ella.
Por su parte, Instagram fue responsable de la generación de $ 20 mil millones de dólares durante el año pasado, monto que representa casi 25% del total de los ingresos de Facebook, quien pagó $715 millones de dólares por la compañía hace 8 años.
Y es que mientras crecen las voces por abandonar Facebook, las cifras de Instagram siguen creciendo, incluso a pesar de la decisión de incluir el “by Facebook” en el nombre de la aplicación.
Estas cifras me hicieron reflexionar sobre una frase que le he venido oyendo una y otra vez a Scott Galloway, profesor de mercadeo en NYU Stern y Co-Host de Pivot, uno de los mejores podcasts del momento.
“La publicidad es un impuesto que los pobres y los analfabetas pagan para acceder a productos y servicios para los cuales no tienen el dinero suficiente” – Scott Galloway
Aquí, una de las tantas veces que lo ha dicho:
Y es que no hace falta sino mirar que 2 de las companías “de tecnología” más importantes del mundo son en realidad compañías de publicidad (Google y Facebook) para entender que Galloway tiene razón.
Sólo hay que ver cómo funciona el modelo de Android, en especial asociado a dispositivos de bajo costo. Sólo hay que mirar cómo han caído los precios de los televisores “inteligentes” y entender que parte de la rebaja viene por la habilidad del dispositivo de rastrear lo que ven sus clientes. Y sólo hay que entender cómo le vendió nuestra alma “al diablo” cuando cambiamos nuestra privacidad por la conveniencia que los servicios de este par de gigantes “tecnológicos” nos han ofrecido.