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La moderna amenaza de la guerra informática

La tensión política entre Corea del Sur, aliado con Estados Unidos, y el régimen comunista de Corea del Norte cobran aún más vigencia los conceptos de guerra informática y ciberataques.

A propósito de la creciente tensión política entre Corea del Sur, aliado con Estados Unidos, y el régimen comunista de Corea del Norte por las pruebas con misiles en este último país, que ha puesto en el escenario mundial el temor de una confrontación nuclear, han empezado a cobrar aún más vigencia los conceptos de guerra informática y ciberataques como uno de los temas centrales en la seguridad de los países.

La guerra informática consiste en el desplazamiento de un conflicto hacia el ciberespacio y las tecnologías de la información. Aquí, estos se convierten en el escenario principal de la confrontación y los ataques dejan de concentrarse en los campos de batalla convencionales. Dado el nivel de dependencia que hoy tiene el mundo de las nuevas tecnologías, ya se ha comprobado que, cuando de conflictos se trata, resulta más factible derrotar al “enemigo” atacando su infraestructura informática, que recurriendo a las estrategias de guerra tradicionales.

Las armas que se usan en la ciberguerra son virus y programas especiales que penetran la seguridad de los sistemas informáticos y los blancos de los ataques suelen ser sistemas financieros, bancarios, militares y de comunicaciones. Para un estado resulta mucho menos costoso en vidas y dinero recurrir a hackers y expertos para llevar a cabo estas acciones estratégicas y los efectos de estos ataques pueden llegar a ser devastadores para quienes son objeto de ellos.

En los últimos días, los medios de todo el mundo han informado que paralelamente a la reciente acusación de parte del gobierno norcoreano de recibir ciberataques por parte de sus “enemigos”, surge la preocupación de Estados Unidos sobre estos como principal amenaza a su seguridad, por encima incluso del terrorismo.  

El gobierno de Pyongyang ha denunciado que los gobiernos del país norteamericano y de su vecino Corea del Sur han venido lanzando una ofensiva informática en su contra y la agencia de noticias KCNA (Corea del Norte) ha denunciado que “los servicios informáticos estatales han estado bajo un intenso y continuo ataque”.

Por su parte, el gobierno estadounidense ha determinado que la ciberseguridad es un tema prioritario en su agenda y ha tomado una serie de medidas para su protección, entre ellas,  la creación del Comando Cibernético del Pentágono y de unidades especiales de programadores y expertos informáticos para desarrollar contraofensivas en países extranjeros en el caso de que sus principales redes informáticas sean atacadas.

Ciertamente, y aunque las causas que suelen tener los países para iniciar una guerra siempre son bastante cuestionables, la protección de la ciberseguridad es un asunto crucial para cualquier Estado, teniendo en cuenta que prácticamente toda la estructura sobre la cual funciona una nación depende de una plataforma informática. Las comunicaciones, los bancos, los hospitales, los sistemas energéticos y de transporte, el suministro de agua potable y los medios son apenas algunos ejemplos de los cientos de ámbitos en los que las tecnologías informáticas juegan un papel vital.

De ahí que Estados Unidos, la gran potencia mundial y las dos Coreas, países con fuerte influencia regional, manifiesten una preocupación tan grande por la eventualidad de una guerra informática en su contra.  

En una era donde la tecnología atraviesa tantos ámbitos de la vida y donde la amenaza de grandes conflictos mundiales es un tema latente, garantizar la seguridad de los sistemas informáticos se convierte en un asunto prioritario para cualquier nación, y en especial para los protagonistas del juego geopolítico planetario.

Hoy, las noticias nos hablan de Estados Unidos y Corea como principales portadores de esta preocupación, pero dadas las tensiones acumuladas históricamente entre tantas naciones poderosas y las numerosas tácticas de las que se valen los hackers para ejecutar ciberataques, los Estados no pueden darse el lujo de descuidar la seguridad de sus sistemas informáticos, si pretenden mantener la estabilidad social, política y económica de sus territorios. 

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