Una reciente investigación de la Organización Mundial del Trabajo (OIT) concluye que, después de la crisis económica mundial, la tecnología es la primera causa del aumento del desempleo en el mundo. El director de esta Organización, José Manuel Salazar-Xirinachs sostiene que “Los robots, los ordenadores y la automatización incrementan la productividad, pero reducen el potencial de crear empleos del sector manufacturero”. Esto, según el experto, ha llevado a que incluso naciones como Japón hayan registrado un descenso en el número de empleos en este sector a causa de las innovaciones tecnológicas.
Noticias como esta sin duda generan preocupación y nos llevan a preguntarnos una vez más hasta qué punto la tecnología contribuye con el crecimiento y la evolución del ser humano, o representa a largo plazo una amenaza para nuestro bienestar. Y es que si se mira la situación con detenimiento, es posible ver que esta preocupación ha estado presente en todas las épocas y ha sido una constante en la historia de la humanidad.
Aunque nuestro proceso histórico ha estado marcado por un miedo a lo desconocido y los grandes avances siempre han generado zozobra y ansiedad en las épocas en que se producen, también es cierto que la tecnología sí ha tenido la capacidad de suplir y desplazar el trabajo humano. Desde la invención de la rueda, hasta los más sofisticados robots, pasando por la invención de la imprenta y la máquina de vapor, las novedades en materia tecnológica han transformado la economía y el mundo laboral eliminando trabajos tradicionales y creando nuevos roles.
Especialmente en las empresas relacionadas con manufactura y en otros sectores donde el trabajo manual y poco tecnificado han sido la base de la producción, la influencia de la tecnología como factor de mayor productividad y de consecuente desempleo se ha visto de manera creciente, y con mucha más fuerza en las últimas décadas. Y aunque cada nuevo avance tecnológico ha tenido la capacidad de generar nuevos empleos, las tendencias revelan que son muchos más los que se eliminan como causa de estos.
Con el fin de suplir un poco este vacío y de evitar que muchas personas se vean en situación de desempleo, muchos gobiernos y compañías alrededor del mundo han buscado, en tiempo recientes, capacitar a los trabajadores en tecnología, con el fin de que ellos puedan ocupar otros puestos en los que se requiera menos mano de obra y más trabajo intelectual.
Este tipo de medidas ayudan a reducir en parte el esfuerzo físico y abren espacios para actividades en las que sea necesario usar más las funciones cerebrales, pero ciertamente no representan una solución de fondo ante el gran número de personas que cada día pierden sus empleos y que por edad, desgaste físico o por otros factores no pueden acceder tan fácilmente a la formación en materia de tecnología y se quedan irremediablemente excluidos del mercado laboral.
Si bien no tiene sentido entrar en pánico frente a esta problemática, si es claro que es un asunto que genera preocupación y por eso debe tenerse en cuenta como unos de los grandes retos que enfrenta la humanidad en la actualidad y de cara a un futuro cercano. Es vital que seamos capaces de reflexionar detenidamente al respecto, pero ante todo que tengamos la capacidad de adaptarnos a los cambios sin deshumanizarnos y que hagamos uso de nuestra inagotable inteligencia para dar con soluciones que nos permitan mantener el equilibrio entre los avances tecnológicos y nuestro bienestar.
Si gracias a nuestra genialidad hemos dado con creaciones tan asombrosas, útiles y beneficiosas, sin duda tendremos también el poder de valernos de ellas y de nuestra infinita capacidad de adaptación y cambio para dignificar nuestra condición y lograr siempre que sea la tecnología la que esté a nuestro servicio y no lo contrario.