Desde el principio de los tiempos el hombre ha querido plasmar una memoria de los sucesos de su vida. Tenemos así que, desde la época de las cavernas, los seres de aquel entonces solían hacer dibujos o ideogramas que ayudaban a ilustrar y a conservar la información relevante para aquel entonces. Después de muchos años, el hombre notó que dicha información importante no era fácil de preservar y que, para poder compartirla con otros, resultaba necesario acercarse a la caverna para examinarla.
Con el pasar de los siglos la tecnología hizo su parte y las formas de expresión fueron evolucionando hacia otros modos, como las tabletas de arcilla, que en Mesopotamia que eran grabadas y posteriormente cocidas al fuego a fin de conservar la información para la posteridad. El problema de dichas tabletas era que su conservación, clasificación y almacenamiento no era nada fácil, dadas sus dimensiones. Gracias al ingenio de los egipcios, el hombre logró plasmar sus escritos en largos rollos de papiro que tenían fines diversos, tales como la contabilidad, la política, la religión o la historia. Esta fue la primera aproximación a lo que, en la actualidad, se conoce como un libro.
Al papiro lo sucedió el pergamino que era hecho con pieles de animales. La ventaja del nuevo material era que podía conservarse por mayor tiempo , si bien era más costoso. Posteriormente fueron los chinos los que intentaron escribir en huesos, conchas, madera y seda hasta que, en el siglo primero A.C., inventaron un sustrato que denominaron papel, el cual impulsó toda una serie de formas de reproducción que empezó con el grabado en madera y el uso de un sustrato de la mora para obtener más de una copia del mensaje original y así, poder difundir contenidos con diferentes formas y dobleces con el fin de poder mantenerlos un orden determinado.
El ordenamiento permitió establecer un uso secuencial y, con el tiempo, los métodos de reproducción, particularmente la imprenta, ayudaron paulatinamente a llevar el conocimiento a nuevos sectores de la población, eliminando lentamente la exclusividad que tenían los antiguos manuscritos, reservados al conocimiento o uso de determinados círculos sociales. Así, pues, los textos empezaron a convertirse en una vía de difusión de la información que, rápidamente, se volvió una necesidad y un negocio bastante próspero.
En “un abrir y cerrar de ojos” se crearon recintos públicos y privados llamados bibliotecas, dedicados a albergar grandes colecciones de libros de temas diversos, los cuales se popularizaron tanto que al corto plazo empezaron a ser algo similar a un atributo patrimonial o a una moda personal. Empezó a ser cada vez más común que en las viviendas se destinara un sitio para dichas colecciones a tal punto que, muchas veces, escaseaba el espacio pero no la cantidad de libros.
La llegada del ordenador y la internet hizo cambiar a la gran mayoría de negocios, entre los cuales el libro no fue la excepción. Adobe con su formato PDF, ayudó en gran medida a popularizar los libros que, una vez digitalizados, se podía reproducir con tan sólo un clic sin tener que incurrir en las grandes inversiones que, en el pasado, requerían los libros físicos ( tales como los costos de papel, tinta, imprentas, etc..). Lo anterior ha implicado un cambio de mentalidad no sólo de los productores sino de los consumidores, que pasaron de ver una copia fiel del libro de papel, a la versión virtual del mismo que, además, incluía las ventajas de la multimedia.
Así, de este modo , las editoriales han tenido que expandir sus servicios hasta el punto de llegar a la venta de libros en Internet, lo cual ha extendido sus canales de distribución hasta tal punto que los contenidos llegan a tener prácticamente una ubicuidad física, al estar disponibles en la nube para que la gente los consuma en cualquier momento y lugar. Los estándares de actualización han cambiado hasta llegar a una inmediatez increíble, en donde inclusive las revistas y los periódicos tienden a perder vigencia en tan solo unas horas.
Por otra parte, con el auge de los dispositivos móviles se ha llegado a cambiar el concepto de la biblioteca personal hasta tal extremo, que inclusive los creadores de contenidos han tenido que evolucionar el concepto de licenciamiento, para permitir que los consumidores puedan visualizar las publicaciones en más de una terminal sin perder calidad, detalles ni derechos de propiedad.
Lo anterior refleja el papel de la tecnología, como herramienta, para llevar el conocimiento a más personas cada vez y mejorar, además, las experiencia de consumo de los contenidos. Así pues, aunque la magia sigue estando en la cabeza del autor, el alcance social del libro en su nueva dimensión virtual ahora está en gran parte determinado por el medio de difusión!