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Los bancos, ¡dinosaurios digitales!

Si quieren generar verdadera inclusión financiera, los bancos tendrán que atacar algunos problemas no tecnológicos primero

Esta semana estoy participando de la Convención Bancaria de Colombia. El tema preponderante parece ser la profundización de la bancarización entre las poblaciones más necesitadas. Se habla de cobertura y acceso al sistema financiero. Al mismo tiempo se refuerza el concepto de la sostenibilidad del sistema financiero. El discurso parece implicar que se trata de dos fuerzas que chocan entre sí.

¿Será que no es posible ampliar la cobertura y el acceso a los servicios financieros, sin poner a tambalear los resultados de los bancos?

A pesar del discurso apocalíptico de algunos banqueros, creo que sí es posible. Pero más que invertir millones y millones en tecnología, se requiere incorporar capacidades de innovación entre los empleados de las instituciones financieras. La aparente contradicción está sustentada en el modelo de negocio de los bancos. El desempeño de los bancos, al menos entre los de Colombia, históricamente se ha medido en términos del crecimiento y rendimiento de la cartera de créditos. Pero el crédito es posiblemente el menos rentable e inclusivo de los productos financieros.

Para lograr la tan anhelada inclusión es necesario investigar nuevos modelos de negocio. La tendencia global indica que estos modelos innovadores deben estar apalancados en procesos digitales. Pero los banqueros no se deben dejar confundir por el término “digital”. El punto de partida de una transformación digital no es la tecnología. Es el conocimiento que puedan adquirir de los segmentos de clientes.

Adquirir ese conocimiento exige un esfuerzo fuera de lo tradicional para los banqueros. En el pasado se han apoyado en estudios tradicionales de mercado y en encuestas de satisfacción. Son aproximaciones válidas, pero insuficientes. Gracias a las tecnologías móviles, pero en especial a los volúmenes de información que recogen sobre sus usuarios, los bancos ya tienen todo lo necesario para lograr su objetivo. Solo hace falta analizar la información. Pero esa tarea se ve titánica pues actualmente reina el caos en la información.

Para ordenar los volúmenes de información que manejan, los bancos, y en general todas las empresas, tendrán que montar esquemas de gobierno de datos. Casi tan importante como el contenido de las bases de datos, es la descripción de cada uno de los datos allí almacenados. ¿Quién es el dueño? ¿Quiénes deben ser consultados para cambiarlo? ¿Cada cuánto se cambia? ¿Quién lo hace? ¿Dónde se guarda? ¿Quién lo puede consultar? ¿En qué formato se almacena? Las preguntas parecen interminables. A toda esta información los expertos le llaman la metadata.

¿Cuantos bancos tienen iniciativas de gobierno de la información? A la luz de los discursos en esta convención bancaria, parece que muy pocos. Tan pocos, que el ente regulador está pensando en imponer medidas que los lleve a hacerlo. Ese puede ser un primer paso hacia la innovación en el sistema financiero. ¡Pero vamos demasiado lento!

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