Uno de los más grandes retos al que se enfrenta cualquier sistema legislativo del mundo es que no sigue la Ley de Moore. La tecnología evoluciona mucho más rápido que la capacidad de las leyes para adaptarse y proponer escenarios de legislación adecuados en el marco de las tendencias que aparecen y se convierten en dinámicas sociales establecidas.
Por eso es importante tener claro cómo nos acercamos hacia la innovación y nuevos modelos de negocio derivados de esta. Siendo así, podemos ser una sociedad que entiende la tecnología desde su dimensión de objeto o desde su dimensión de servicio, ¿cuál es la diferencia?, permítame ilustrarlo con un simple ejemplo. Cuando un niño recibe un costoso carro de bomberos de regalo de navidad puede pasar una de cosas, que lo desempaque, pose para las fotos, pueda jugar con él por unos minutos, para que luego se le pida que lo guarde de nuevo y se le advierta que debe cuidarlo mucho ya que estará disponible para su uso de manera esporádica y siempre bajo supervisión. En este caso, por encima de cualquier cosa se valora el objeto, es lo que debe cuidarse, es lo que debe mantenerse a toda costa. Pero existe un segundo escenario, el niño es advertido del cuidado que debe tener al usar el carro de bomberos, pero no se le restringe su acceso, de hecho se le invita e impulsa a que juegue, se divierta, imagine y cree diversos escenarios de uso, acá el juguete se valora desde su dimensión de servicio, que es la de entretener, la de convertirse en una herramienta para la imaginación y la creatividad.
En Colombia se legisla cuál padre que no permite jugar a sus niños, se entiende la innovación desde su dimensión de objeto, el problema es que los nuevos modelos de servicios a través de plataformas tecnológicas no se basan en la posesión; sino en el servicio y la desintermediación. Es ilógico pensar que servicios como Uber equivalente al servicio de taxi, de la misma manera que skype lo sería para las aerolíneas, se trata de una cuestión de elección, servicios y ventajas percibidas, la no regulación no es excusa para tolerar el mal servicio.
Los desarrollos tecnológicos de los que tanto nos gusta leer porque marcaron un antes y un después en el mundo de los negocios, ideas como Uber, Netflix, Spotify, Amazon, Mercado Libre, Waze o iTunes, tienen algo en común, tomaron por sorpresa al mercado no al competir con mejores productos, sino con llenar los vacíos de su competencia convirtiendo en servicio lo que ellos entendían como un objeto. Así por ejemplo en su momento hubo quienes criticaron a iTunes, porque “solo” entregaba un archivo digital, no una experiencia sensorial como el tener un CD o LP, señores, muy bonito el CD, genial la carátula del LP, pero ¿por qué pagar por 20 canciones cuando tan solo nos gustaban 4?, ¿Por qué esperar a la disponibilidad de una película si la puedo ver cuando quiera, cuantas veces quiera?. El problema de la legislación en Colombia cuando se enfrenta a nuevas tecnologías, no es solo un asunto de agilidad en la acción; sino también en la comprensión del impacto de la innovación, estas nuevas propuestas no son equivalentes a las opciones de hoy, son la evolución de una sociedad que no cree en los monopolios, no acepta la restricciones y definitivamente es más dinámica de lo que los gremios pueden entender.
La más grande innovación de hoy, es el poder la elección y ¿quién no va a escoger un mejor servicio?
Andrés Sánchez
@innovandres