La acelerada transformación del mundo y las actividades sociales son unos de los signos distintivos de nuestra época y, hoy como nunca, el cambio es la innegable realidad sobre la que ocurre la vida humana. Desde nuestros propios pensamientos hasta las actividades que realizamos en comunidad, todo progresivamente es influenciado por los nuevos paradigmas mentales y sociales que imponen estas transformaciones.
El mundo del trabajo es una de las áreas en las cuales se manifiesta de forma más notable esta tendencia, todos los nuevos conceptos y modalidades de trabajo que hoy toman fuerza, modifican no solo las actividades en sí, sino, también, a las propias personas, las empresas, las relaciones laborales, los roles e incluso la identidad de los trabajadores.
Con conceptos como el coworking (trabajo cooperativo, oficinas temporales compartidas), el home office y el teletrabajo se viene reconfigurando el mapa del mundo laboral y ello tiene innegablemente un impacto sobre la propia vida de las personas y su manera de relacionarse con su entorno.
De cara a estas nuevas realidades, quiero analizar brevemente algunas de esas transformaciones y su influencia tanto a un nivel personal como social.
Para empezar, está el concepto de empresa. Claramente hoy muchas compañías han dejado de necesitar un lugar físico y/o permanente para funcionar y las actividades empresariales bien pueden ser realizadas desde un café, una sala de internet, un estudio en casa, una oficina rentada temporalmente o incluso un vehículo en movimiento.
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Ciertamente hay muchas empresas que aún requieren el modelo tradicional de planta física y este sigue siendo indispensable para las actividades industriales pero, dado el crecimiento vertiginoso de actividades en las que la información es el insumo y el producto, las nuevas compañías pueden perfectamente prescindir de las instalaciones físicas y moverse en la infinitud del mundo virtual. Ello abre la posibilidad de estar en muchos sitios a la vez, sin habitar físicamente alguno en particular.
Por otro lado, están las relaciones laborales. A medida que las actividades empresariales se mueven y los trabajadores dejan de tener un sitio estable, también se empiezan a desdibujar los vínculos creados por la cercanía física que provee el modelo tradicional de compañía, en el cual los lazos entre compañeros y la posibilidad de socializar indudablemente superan lo laboral. En las nuevas empresas estos vínculos prácticamente no existen y en aquellas que empiezan a migrar hacia el nuevo modelo algunas personas perciben una especie de desarraigo con respecto a sus lugares y sus equipos de trabajo.
Estos hechos, de paso, transforman la identidad del trabajador que, bajo la lógica de los nuevos modelos, bien puede sentirse más como un prestador de servicios independiente que como un empleado y, se define a sí mismo, más por su propio trabajo que por las relaciones con otras personas. Dada nuestra naturaleza social y la cantidad de tiempo que tradicionalmente pasamos en el lugar de trabajo, los espacios laborales son lugares que posibilitan amplias relaciones sociales y esto moldea en gran medida nuestra identidad. Con los cambios en el carácter de las actividades empresariales consecuentemente han de aparecer también nuevas identidades y formas de percibir el mundo del trabajo.
Finalmente, considero las cuestiones prácticas y lo favorable de poder trabajar desde diferentes lugares. Teniendo en cuenta las grandes distancias que muchas personas deben recorrer para llegar a sus lugares de trabajo y el creciente caos en la movilidad que afrontan las ciudades, las nuevas modalidades de trabajo resultan muy convenientes para el ahorro de tiempo, dinero y esfuerzo. Si bien las cuestiones consideradas antes representan desafíos para las personas a nivel personal y social, este punto tiene compensaciones muy valiosas, en la medida en que provee un estilo de vida más cómodo en el que se pasa más tiempo trabajando y en otro tipo de actividades, y menos tiempo en desplazamientos. Es claro que, para las compañías, también, resulta mucho más rentable tener personas que trabajan con sus propios recursos, pero la posibilidad de mejorar nuestra calidad de vida con trabajo en casa y en otros sitios, es una ventaja que no se puede desconocer.
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Cada vez parece más difícil hallar áreas de la vida humana que no hayan sido afectadas por el influjo de la tecnología y toda la red de transformaciones sociales que vienen con ella y, hoy la experiencia de habitar el mundo, parece estar definida ante todo por el cambio imparable al que necesitamos adaptarnos y sacar ventaja. Ello implica que nuestra mente necesita ir a la velocidad de esta nueva vida, resistirnos tan solo nos representa perder oportunidades y dejar de participar en las dinámicas que pueden mejorar nuestra calidad de vida y enriquecernos como trabajadores, seres sociales y emprendedores.
Sacar partido de este universo de oportunidades para el trabajo y la vida personal es, una vez más, nuestra opción y nuestro gran poder.
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