En el dilema de a qué edad es prudente darle un celular a un niño o niña, hemos visto soluciones interesantes de parte de algunos fabricantes, la mayoría en forma de relojes inteligentes.
El problema es que una buena cantidad de ellos parecen no ser tan seguros como pensábamos.
Y no estoy hablando de la opción – casi universal en estos dispositivos – de poder escuchar lo que sus hijos están haciendo, algo de lo que al parecer un buen número de padres abusan, sino de la posibilidad de que ciber-delicuentes puedan rastrear la ubicación de sus hijos, puedan escucharlos de manera clandestina e incluso puedan hablar con ellos sin el consentimiento o conocimiento de sus padres.
El tema ha llegado a tal nivel que el Gobierno Alemán, no solo está prohibiendo su comercialización sino que está ordenando a los padres que han adquirido alguno que los destruyan y envíen pruebas de la misma.
La verdad mi experiencia con estos dispositivos no ha sido buena. Cuando recibí uno para probar me fue imposible hacerlo porque falló constantemente y hace un par de meses, y durante un par de semanas, recibí varias llamadas de un número desconocido al que devolví las llamadas para enterarme que “es imposible que lo hayan llamado de este número” porque correspondía a un reloj inteligente de una niña. El tema es que sí me llamaba y además me permitía llamar de vuelta (algo que según el fabricante es imposible a menos que el numero haya sido registrado por los padres en la aplicación de administración del dispositivo), cosa que no hizo muy feliz a su padre.
Entiendo los beneficios de poder conectarnos a nuestros hijos, especialmente aquellos entre los 6 y los 10 años que aún no están listos mentalmente para tener un smarpthone pero de quienes quisiéramos recibir llamadas en caso que lo necesiten, saber dónde están y comenzar a entrenarlos en su vida digital.
Lamentablemente los sistemas operativos que le dan vida a estos dispositivos, la inseguridad que ofrecen y las opciones para utilizarlos de manera ilegal – o al menos irregular como el caso de los papás que espían a los profesores de sus hijos – hacen que no solo no podamos recomendarlos sino que, incluso, lleven a que los gobiernos de varios países hayan comenzado una guerra frontal contra ellos