En la actualidad nos encontramos lidiando con el concepto de Renta Básica Universal (RBU). Se trata de una idea simple pero radical; suministrar a cada individuo un ingreso fijo e incondicional para garantizar que se satisfagan sus necesidades básicas. Pero, ante esto, cabe hacerse la pregunta; ¿quién paga la factura de esta ambiciosa propuesta? Una respuesta que ha surgido del panorama tecnológico de nuestro tiempo involucra a los gigantes tecnológicos adinerados. Pero, ¿podrían ser la clave para financiar la RBU o parece algo de película?
Renta Básica Universal: un ingreso fijo para cada individuo
Para nadie es un secreto que la Inteligencia Artificial (IA) y la automatización están evolucionando a un ritmo vertiginoso. El auge de la IA, en particular, ha sido una bendición para las entidades tecnológicas, al abrir puertas a territorios hasta ahora inexplorados y así mismo, desbloquear enormes corrientes de ingresos.
Sin embargo, es importante destacar que no todos están del lado ganador. Mientras algunos vuelan alto en las alas de la tecnología, otros simplemente corren el riesgo de caer en picado. La brecha entre los gigantes tecnológicos y los empantanados sectores tradicionales se está ampliando, provocando de esta forma, intensos debates sobre la distribución de la riqueza y la equidad social en la era de la automatización.
Al pensar en maneras de abordar estas preocupaciones nos lleva a considerar modelos tributarios novedosos. Un “impuesto a los robots”, por ejemplo, podría ser una manera de hacer que la Inteligencia Artificial (IA) contribuya al bienestar social. Gravar progresivamente los beneficios obtenidos de la automatización podría ayudar a garantizar una distribución justa de la riqueza.
Ahora bien, la cuestión de los datos también entra en juego. En el mundo digital actual, cada acción en línea alimenta los algoritmos de estos gigantes tecnológicos. Se podría considerar un modelo de “dividendo de datos” en el que los usuarios reciban una compensación por las huellas digitales que dejan. Después de todo, nos encontramos en la era de la información y los datos son el nuevo oro por así decirlo.
Además, hay que señalar que una propuesta radical incluso sugiere que los ciudadanos deberían convertirse en partes interesadas en estas potencias tecnológicas. Al brindar una financiación constante de la Renta Básica Universal (RBU), cada avance de la IA podría convertirse en una victoria colectiva, fomentando una sensación de prosperidad compartida.
Sin embargo, para poder efectuar estas ideas, se requeriría combinar las fortalezas de las entidades gubernamentales y corporativas. La RBU podría convertirse en una misión compartida, un puente que conecte el servicio público con la innovación privada. Esta combinación podría llegar a brindar una oportunidad para garantizar la longevidad de la RBU, otorgándole una columna financiera consistente, incluso mientras la economía continúa transformándose.
Muchas cosas parecen indicar que conducir una parte de los beneficios tecnológicos hacia la RBU podría convertirse en un mecanismo para crear una sociedad mucho más equilibrada e inclusiva. No solo al punto de redistribución de la riqueza; sino de redistribuir de oportunidades y establecer un tejido socioeconómico más cohesivo.
Los gigantes tecnológicos también se beneficiarían de este acuerdo. No sólo contribuirían al bienestar social, sino que incluso podrían ayudarles a optimizar su imagen pública en una era en la que las corporaciones suelen ser vistas con escepticismo. Pero, lastimosamente, nada es perfecto en la vida y, también sería necesario examinar a fondo los intrincados números detrás de la implementación de un sistema global de RBU.
La historia está plagada de casos de evasión fiscal corporativa, lo que quiere decir que implementar una RBU impulsada por la tecnología requeriría medidas estrictas para poder garantizar su cumplimiento. Incluso, existe también el problema potencial de que las corporaciones se trasladen a países con leyes fiscales más indulgentes. Lo anterior, recalca la necesidad de un enfoque global coordinado para evitar un juego de sillas económicas.
Pese a estos desafíos, es importante recordar que la narrativa de la Inteligencia Artificial y la Automatización no tienen por qué ser una de humanidad versus máquinas. Al financiar la RBU mediante avances tecnológicos, se tiene la capacidad de poder crear crecimiento mutuo y prosperidad compartida pero, siempre actuando con precaución. Si bien la RBU financiada con tecnología es una perspectiva tentadora, su realización exitosa exige acción colectiva, así como también exige previsión, coraje, educación y mucha cultura, todo lo necesario como para poder imaginar un futuro más brillante y equitativo.