El santo grial de la nueva era es definitivamente «la innovación». Desde el Internet de las Cosas hasta el uso de sensores inteligentes en la venta de helados, parece que el objetivo último de todos quienes hoy se enmarcan en ecosistemas de mercadeo y de emprendimiento es lograr algo disruptivo, totalmente nuevo.
¿Cómo llegamos a esta idea? Vamos unos años atrás, cuando aún no hacíamos parte de la ‘posmodernidad’, y recordemos esa palabra que definió a varias generaciones: el progreso. Fue gracias a esa idea, que fue literalmente el inception más significativo para la raza humana, que aún ahora nos enmarcamos en un imaginario que piensa en términos lineales, o como diríamos coloquialmente en Colombia, “pa’ lante es pa’ allá”. Sin embargo, esa linealidad empieza lentamente a quebrarse, y es lo que nos ha llevado a niveles nunca antes vistos de innovación.
En la premisa de este texto se hace referencia a una pregunta, y es el momento de hacerla explícita: ¿podré alguna vez superar a los maestros? Ésta, surgida del afán de la linealidad marcada por el progreso, en la que éste significaba simplemente avanzar y superar lo anterior, pudo haber sido en algún momento un motor de acción, pero hoy parece perder su importancia, e incluso aparecer frente a una nueva generación de emprendedores como un obstáculo. ¿En qué sentido? Hoy la verdadera innovación no viene del ímpetu con el que hace unos años queríamos superar a los otros, sino que viene de valorar las ideas realmente distintas, de querer avanzar sin importar lo que otros hayan construido… viene de no tener referentes absolutos o moldes que romper, sino de las ganas de crear nuevos moldes.
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