¿Podemos seguir diciendo que controlamos la tecnología? ¿O será que es ella la que nos controla y decide por nosotros?
Por años hemos visto películas y series de televisión apocalípticas en las que los humanos han perdido el control del planeta, de su vida y de su existencia a manos de los robots y en la que las máquinas nos controlan (piense en Terminator o The Matrix).
Este fin de semana un amigo me preguntó “¿cuándo tomarán los robots el control de nuestras vidas?” Mi respuesta – que creo que lo sorprendió y me motivó a escribir este artículo – fue “hace como 5 años”.
Cedimos el control de nuestras vidas a las máquinas hace ya unos 5 años
No fue una revuelta violenta. No fue una insurrección llena de sangre y muerte. Ni siquiera fueron los robots físicos – con manos, ojos y demás – los que tomaron el control.
Fue un proceso voluntario. Cedimos el control a las máquinas, le entregamos las decisiones a los bots (robots sin cuerpo) y a los algoritmos y nos volvimos esclavos de computadores que comenzamos a cargar a todas partes con nosotros, en nuestros bolsillos, en nuestras muñecas.
Yo sé. Suena apocalíptico y hasta ilógico y muchos dirán “¿De qué habla Samir?. Por eso déjeme le pongo algunos ejemplos para que me entienda.
¿Conoce usted a alguien (mírese al espejo por si acaso) a quien uno pueda catalogar como esclavo de su télefono? Esa persona que no puede dejarlo ni por un momento. Al que le suena una notificación y de inmediato pierde el hilo de lo que decía, para de hacer lo que estaba haciendo y tiene que mirar y contestar a la notificación. Ese personaje que nunca está presente a pesar de estar ahí, físicamente, porque su cabeza está en otro lado.
O esa persona a la que se le puede quemar el mundo y no se da cuenta porque no puede despegar sus ojos de su amo, el smartphone.
¿Ha visto usted las historias de esos jóvenes, esclavos de los likes, que mueren haciendo alguna estupidez para poder subirla a su instagram y “ser populares”? ¿O a aquellos que escogen sus vacaciones por lo “instagrameable” que puede ser el destino?
¿Es usted, como yo, el personaje que sale a dar un paseo a las 8pm porque su reloj le notificó que con una corta caminada de 10 minutos puede completar la cantidad de calorías diarias recomendadas? ¿O que toma la decisión de irse a dormir porque su el dispositivo le informa que para lograr las 7.5 horas que requiere de sueño debe acostarse antes de x hora (basado en la hora de su alarma matutina)?
A lo mejor ha cedido las decisiones de qué ruta tomar y a qué hora salir para una reunión a un algoritmo que lo determina basado en su ubicación actual, el lugar al que se dirige y las condiciones del tráfico en tiempo en real.
O de pronto, sin saberlo, usted ha puesto su futuro laboral en manos de un algoritmo. Y no porque así lo haya decidido sino porque la empresa a donde aplicó utiliza un bot “inteligente” para barrer las miles de hojas de vida que recibe y hacer un primer filtro, luego del cual sí habrá humanos involucrados en el proceso.
O incluso, pueda ser que su comportamiento lo haya hecho merecedor de algún tipo de control o sanción porque un algoritmo así lo determinó.
Como miles de ciudadanos Chinos, que no han podido montar en avión o en tren en el último año porque su “puntaje social” es demasiado bajo, los cientos de usuarios de Uber que han sido expulsados de la plataforma porque sus calificaciones no logran un “mínimo aceptable” o las millones las personas a quienes le han negado un crédito porque el análisis realizado por un bot arrojó un riesgo elevado por x o y razón (en un proceso en el que ningún humano intervino y cuyo resultado no necesariamente es entendido por ninguna persona).
“Es culpa del Algoritmo”
En los próximos años comenzaremos a oír excusas como “es culpa del algoritmo” más a menudo. Porque la realidad es que ya le hemos cedido una buena parte de nuestras decisiones a los robots, a las máquinas, así no las veamos como el Cyberdyne Systems Series T-800 Model 101.
Y en la medida en que empresas y personas seguimos adoptando sistemas y protocolos de Inteligencia Artificial, en que sigamos entregándole nuestra información, preferencias y demás a los algoritmos de las plataformas de redes sociales y en que sigamos volviendo “inteligentes” más productos y aparatos que puedan capturar información y transmitirla a la nube, nuestra dependencia en las máquinas será cada vez mayor y la cantidad de decisiones que delegaremos seguirá creciendo.