A principio de esta semana, por razones personales, tuve que hacerme una serie de exámenes médicos en uno de los centros hospitalarios mas importantes de la ciudad. Debo decir que no tengo nada en contra de la atención médica, fue extraordinaria. Pero como aficionado al uso de la tecnología, en especial aquel que se usa para optimizar la experiencia del usuario, y reducir los costos del sistema de atención es un evento que deja mucho que desear. Tal vez este sería una de las oportunidades en donde el Ministerio TIC a través de apps.co podría fomentar el desarrollo de este tipo de soluciones.
Desde la perspectiva de tecnología, al llegar a un centro médico como el que visité, la primera impresión es que hay tecnología. En cada consultorio que uno visita tienen al menos una pantalla y vi que hay otras tantas mas en los pasillos y ventanillas de atención. Algunos doctores y enfermeras llevan tablets consigo. Una breve mirada a mi smartphone, indicó no menos de 4 redes inalámbricas del centro medico, incluida una gratuita para uso de los pacientes. Así que pensé que iba a vivir una experiencia como usuario absolutamente increible.
Mi primera pequeña decepción se dio durante mi chequeo inicial. Aunque ya había estado en este centro médico en una ocasión previa, no existía ningún registro de mis datos, mucho menos de mi historia clínica. Obviamente la EPS debe tener mi historia clínica guardada en algún lado, pero es evidente que no la comparten con el centro médico, pues tuve que dedicar los primeros 20 minutos a llenar el formulario de ingreso al lugar. Me preguntaron nombres y apellidos, cédula, EPS, edad, estado civil, enfermedades previas, cirugías, alergias, etc., todos datos que perfectamente podrían consultar directamente con mi EPS y medicina prepagada, donde me solicitaron esa misma información para autorizar el chequeo médico.
Mi perspectiva es que la historia clínica de cualquier ciudadano debería ser un documento vivo, centralizado y accesible desde la nube, de manera que me puedan atender rápidamente en cualquier centro medico del país y no dependamos completamente de mi memoria para acordarme que tengo por ahí una “neurofibromatosis” y que mi tío alguna vez sufrió de “fibrosis pulmonar”. Pero digamos a manera de defensa era de esperarse que no estuvieran conectados los sistemas de dos entidades completamente diferentes, así que entregué mis datos de manera alegre y tranquila.
La primera ronda de exámenes incluía los comunes de laboratorio; sangre orina, etc.. Sorprendentemente, 5 minutos después de haber hecho mi ingreso al lugar, las dependientes del laboratorio me volvieron a preguntar toda la historia clínica, misma que ya me habían preguntado, y juiciosamente procedieron a ingresar los datos en otro computador. Diez minutos después, me tomaron las muestras y posteriormente la enfermera asignada a mi cuidado durante el día procedió a llevarme al siguiente exámen, una ecografía de tórax. En este lugar, con la recepcionista nuevamente dediqué entre 10 y 15 minutos a responder las mismas preguntas de rigor. En este caso tomó mas tiempo, porque además de tomar mis datos ella era la encargada de responder el teléfono. El doctor me hizo pasar a su consultorio y volvió a preguntar nuevamente, durante otros 10 minutos lo mismo otra vez, para luego dedicar mas o menos 5 minutos al procedimiento y otros 2 o 3 al diagnóstico. No noté inicialmente, que además de pantallas en cada lugar hay también impresoras. En cada uno de los lugares que visité imprimieron al menos una hoja de papel que fueron guardando en un pequeño fólder que llevaba consigo la enfermera. Radiografias, diagnósticos, conceptos, papeleo administrativo, todo viajaba en ese fólder secreto.
Mi mayor sorpresa la viví cuando en uno de los consultorios, donde el doctor tenía 2 PCs, tuve que responder la retahíla de preguntas 2 veces, una por cada computador. Tímidamente pregunté si el centro médico estaba en red. “Desde luego”, fue la respuesta, “tenemos la mejor tecnología del país”. En total fueron unos 8 exámenes para los cuales tuve que recitar mis nombres y demás 14 veces (las conté). De a 8 minutos en promedio (a la tercera vez, ya sabia recitarla de memoria), quiere decir que dediqué dos horas de mi día a repetir la misma información que hubieran podido tener en la red. La carpeta con la historia de mi visita, y el tamaño de los papeles allí contenidos, iba creciendo con cada consulta. La última cita era con el médico encargado de leerme el diagnóstico final. El médico (que llevaba consigo una tablet que nunca miró), solicitó la carpeta que llevaba la enfermera y me leyó, hoja por hoja, los resultados de los exámenes. Procedió a recetarme algunos medicamentos (en papel) y a expedir, también en papelería de la EPS, algunas órdenes para exámenes adicionales que aclararían algunas de las situaciones “no preocupantes, pero que hay que revisar”.
¿No se podría haber hecho todo esto de manera electrónica? Usando la tecnología de la manera mas arcaica, hubiese podido tener un archivo PDF, desde el cual leer, enviarme las recetas y ordenes por correo electrónico, y hubiera sido mas eficiente. No estoy pidiendo que carguen la historia virtual en la nube, que automáticamente envíen y soliciten autorización a mi EPS para los exámenes que necesito, que me manden dos o tres opciones de cita con los doctores que requieren hacer un seguimiento, que podría confirmar de inmediato desde mi smartphone y que envíen las recetas a la droguería de mi preferencia (previamente configurada en mi perfil de historia clínica), para que yo las recoja de camino a casa. Llegue a mi casa con un portafolio de no menos de 20 papeles, mas radiografías y ecogramas que no entiendo, y tratando de recordar cual doctor quería verme en un mes, cual quería verme en un año y cual era el ungüento para los ojos, y cual la pastilla de la acidez.
Hoy tengo absolutamente claro porque está quebrado el sistema de la salud del país. La información médica esta completamente ensilada en compartimentos de información que no se hablan entre sí. Sin datos la medicina preventiva es, por decirlo de una manera amable, algo milagroso. No hay un problema con la tecnología aplicada a la medicina per se, en nuestro país hay acceso a los mejores equipos médicos del mundo, pero el proceso de atención y diagnóstico no puede ser mas ineficiente. Seguimos atendiendo a los pacientes de la misma manera como se hacía hace 100 años, la diferencia es que el doctor ya no hace manuscritos que solo entendían en la farmacia, ahora escriben en Times New Roman 20, lo demas es exactamente lo mismo que vivió mi abuelito.