Cada vez que hay elecciones me siento orgulloso de ser Colombiano. Y no por la movilización de gente o por el ejercicio democrático. Ni siquiera por quién gana.
Lo que me enorgullece es cómo en un país con los problemas y retos que tiene Colombia, el sistema de reporte de votaciones sea prácticamente en línea y tan pronto se cierran las elecciones se empiezan a ver reportes con los resultados de las diferentes mesas.
He tenido la fortuna de ver elecciones en países vecinos y ser testigo cómo pasan las horas, los días y hasta semanas sin que se de un sólo boletín que muestre al pueblo lo que está pasando. Y mientras tanto, la maquinaria de la corrupción y la trampa hace de las suyas, metiendo votos, quemando votos y robándose las elecciones.
No soy tan ingenio como para pensar que en Colombia no se hace trampa. El trasteo y la compra de votos en algunas partes del país es evidente. Pero estoy seguro que una vez depositados los votos y gracias a una implementación sencilla servicios tecnológicos, amarrados a un proceso claro, conciso, expedito e in situ, la cantidad de anomalías que se pueden dar al momento de la revisión de votos es mucho menor que en otros países de la región.
La Registraduría ha informado que estas son nuestras últimas elecciones de papel; que en las próximos se utilizará tecnología biométrica. Amanecerá y veremos. Por ahora, sólo queda reconocer que nos gusten o no los ganadores, nuestro sistema de conteo y reporte de votos escrutados promueve la transparencia.