Se comienzan a filtrar detalles de lo que sería el decreto por medio del cual se “reglamentaría” el uso de Uber y otras plataformas digitales de transporte en Colombia y, por lo que se ha oído, parece que la cura será peor que la enfermedad.
Por eso, y antes de que se finalice el texto que será radicado, me permito hacerle unas preguntas al señor Vicepresidente de la República – quien está liderando el tema al interior del Gobierno – asociadas al tema, con el fin de poner mi granito de arena a la discusión:
1. ¿En qué se diferencia Uber de un hotel?
En el caso de los vehículos de transporte individual especial – los taxis blancos – la normatividad vigente les permite prestar su servicio a empresas, colegios y hoteles por medio de un contrato de prestación de servicios. Así, un taxi blanco transporta no sólo a los empleados de una compañía sino a los huéspedes de un hotel de un lado a otro y luego es la empresa, o el hotel, quien le paga al conductor o al dueño del vehículo (según sea el caso). ¿En qué se diferencia Uber de un hotel? En ambos casos los vehículos firman un contrato con ellos. En ambos casos se moviliza a los clientes de dicha entidad. Y en ambos casos es esa entidad la que le paga al dueño del vehículo y le cobra al usuario. No hay relación comercial entre el pasajero y el vehículo. ¿Por qué queremos cambiar algo que ya está funcionando? ¿Quién gana con ese cambio?
2. En serio cree el Gobierno que cambiando el color de los vehículos se solucionará la problemática del sector?
Los rumores apuntan a la creación de una nueva categoría de vehículos de servicio público que deberán ser de color negro. ¿Por qué negro? ¿Por qué no, digamos, dorado? ¿Es acaso porque parecen más elegantes y por ende se puede cobrar más de lo que cobra un taxi al usuario final? (Si es así la decisión del dorado sería más acertada).
Los usuarios no queremos una nueva categoría. Queremos que lo que hay funcione.
3. ¿De verdad vamos a volver al modelo del cupo?
El cupo no beneficia a nadie importante en la ecuación:
- No beneficia al conductor del vehículo. Es más, lo afecta porque el dueño del cupo lo exprimirá más con la excusa del valor del mismo.
- No beneficia al usuario porque limita la competencia, fomenta el mal servicio (por medio de un proteccionismo que dejamos atrás desde la presidencia de Gaviria) y encarece el servicio.
- No beneficia a la seguridad ciudadana. Sólo hay que ver la cantidad de delitos en los que hay involucrado un taxi para darse cuenta.
- No beneficia la movilidad. En mi caso, vendí uno de mis carros desde comienzo del año y me muevo en Uber porque es fácil, seguro y amable. Si se encarece, si se acaba, si me toca volver a lidiar con el machete y el radio teléfono del clan Uldarico tendré que comprar otro carro para movilizarme tranquilo. Es igual que el pico y placa todo el día que implementó SamuELcorrupto y que terminó con la movilidad de la ciudad.
- No beneficia al Estado. El negocio del cupo está en el mercado secundario, no el primario. El estado no ve ni una pequeña parte de lo que se mueve en cupos en las ciudades.
- El cupo sólo beneficia a unos cuantos gamonales, rentistas, que viven de la escasez. Es eso lo que busca el Estado con este ejercicio? Premiar a aquellos que a punta de amenazas nos mantienen acorralados?
4. ¿Qué pasa con la seguridad social y las pensiones de los conductores?
Una parte importante de la discusión del transporte público individual en los últimos años ha sido el tema de la salud y la pensión de los taxistas. Decretos van, decretos vienen y a hoy seguimos en las mismas. Ellos, desprotegidos y esperando convertirse en una carga para sus familiares el día que ya no puedan manejar y no tengan con qué pensionarse porque no cotizaron. ¿Con este decreto se hace algo al respecto? Porque una mirada muy rápida de cómo funciona Uber podría darle la solución definitiva al sector. Me explico: El conductor es un contratista. Ese contratista (como todos los demás que hacemos trabajos por prestación de servicios) debemos certificar el pago de nuestra salud y nuestra seguridad social para el cobro de nuestros honorarios. En un sistema como el de Uber, en el que todas las transacciones pasan por el sistema financiero, el control de quién ganó cuánto y cuánto debe aportar es MUCHO más transparente que en el actual. Y sin embargo, el decreto no contempla nada de esto.
5. ¿Durante años nos hablaron de compartir el carro, y ahora es ilegal?
Durante años hemos venido oyendo campañas para que la gente no viaje sola en su vehículo. Para que comparta, para que lleve a otros y poder así disminuir la cantidad de carros que ahogan la ciudad en horarios específicos. Uber, con su Uber X, hace eso. ¿No? La gran mayoría de los conductores de Uber X que hay en el país no se dedican 100% al tema. Son empleados, estudiantes o freelancers que en su tiempo libre movilizan personas en sus vehículos particulares.
Es claro que debe haber un tema de seguros y de capacitación para esos conductores y que su licencia de conducción debería tener los mismos requisitos que los del servicio público. Pero, ¿hace sentido acabar con el servicio para darle gusto a las mafias del taxismo?
6. ¿No sería campeón tener un fondo que se lucre del mismo servicio para promover la cultura vial, entrenar a los conductores y darle a las autoridades locales las herramientas físicas y técnicas para mejorar la calidad del tránsito en el país?
Vicepresidente usted tiene una oportunidad única de hacer un cambio real, no un pañito de agua tibia, en uno de los sectores más caóticos de la economía y de la sociedad en nuestro país. Yo sé que Uldarico y sus amigos tienen muchos votos, pero pasarán 2 años antes de que usted los necesite. 2 años en los que un nuevo modelo ya puede estar andando. En el que los taxistas (sean cuales sean) ganen los justo. En el que los usuarios paguemos lo justo. En que consigamos transporte fácilmente a la hora que sea. En que no tengamos que rogar que nos lleven ni tengamos que rezar para que no nos golpeen cuando saquemos un billete de 20mil al momento de pagar. En el que el mercado se autoregule sin necesidad de intervenciones anacrónicos como el de los cupos.
Vicepresidente, la economía colaborativa no va a parar. Es el futuro. Un futuro en el que hay menos intermediarios y en el que los demás miembros de la cadena (desde el cliente hasta el fabricante) ganan más. No sigamos premiando a los gamonales. No sigamos teniéndole miedo a las amenazas de paro y de violencia. No necesitamos nuevas categorías. Lo que necesitamos es una cirugía a lo que existe hoy en día, que no sirve y que no servirá si seguimos dándole poder a Uldarico y a sus amigos.
Por favor, no pierda la oportunidad.