Las nuevas formas de comunicación han creado nuevos tipos relaciones y han venido a amplificar nuestra naturaleza de seres sociales.
El carácter de las interacciones humanas responde innegablemente a nuestra esencia social y ello nos lleva a buscar el encuentro con otros del mismo modo en que lo hemos hecho a lo largo de la historia, aún cuando el concepto mismo de relación social se redefine en virtud del universo comunicacional que nos ofrecen las nuevas tecnologías.
Con el fin de delimitar esta reflexión, quiero centrarme en la dinámica de las modernas interacciones sociales en el contexto de WhatsApp, la más famosa de todas las aplicaciones de mensajería instantánea en el mundo.
Sin considerar las razones del éxito de esta aplicación, ni las características que la hacen realmente novedosa frente a otras aplicaciones similares, es claro que WhatsApp ofrece una serie de opciones que facilitan increíblemente la comunicación, desde los mensajes de texto básicos hasta las video llamadas. De ahí que una gigantesca parte de las comunicaciones humanas hoy se den por este medio y que una inmensa cantidad de personas la hayan convertido en su lugar de encuentro predilecto.
En conexión con esto, destaco cuatros hechos en los que considero se manifiestan, por un lado, nuestras más esenciales características humanas, pero al mismo tiempo, esas notables transformaciones en la manera de interactuar con otras personas y con el mundo.
Para empezar, las nuevas relaciones de pareja, en las cuales los encuentros en persona son complementados con conversaciones virtuales, o bien, aquellas que se construyen y sobreviven exclusivamente por estos medios, creando la ilusión de un mundo compartido y una cercanía con el otro. Si bien, aplicaciones como WhatsApp proveen la plataforma para acercarnos a quienes se encuentran físicamente distanciados, hoy también toman fuerza las relaciones en las que predomina el encuentro virtual, aún con la posibilidad de la cercanía física. Un tipo de relación que, casi podría decirse, existe sólo en la nube y en la mente de sus participantes.
Por otro lado, la seguridad que para muchos genera el hecho de evitar los encuentros personales y refugiarse en la comodidad de una nota de audio o un mensaje escrito que se puede pensar y redactar con tranquilidad o responder en el momento que se considere apropiado. Las conversaciones por medios virtuales, si bien pueden suceder en tiempo real, ofrecen, en contraste con las conversaciones cara a cara, el espacio para pensar, analizar, sentir emociones en secreto y quedarse en silencio cuanto se desee y no exigen respuestas inmediatas, por lo cual, en muchas situaciones resultan bastante más cómodas y convenientes.
Otro hecho notable es la ilusión de estar en el mundo, informarnos, ver y ser vistos por otros. En el caso de WhatsApp, estas sensaciones se acentúan por medio de los estados propios y los de otras personas. Puede que mucho de lo que se difunde por los estados en realidad tenga un propósito de difusión y que en ellos encontremos información valiosa pero, en gran medida, es una de las tantas formas en las que hoy podemos gritar que existimos y lograr que otros sepan lo que estamos pensando, haciendo o sintiendo. Esta, casi siempre, es una comunicación unidireccional, pero a fin de cuentas es también una manera de conversar con el mundo.
Finalmente, está la comunidad virtual que se da por medio de los grupos, espacios para discutir desde los temas más triviales hasta los más científicos, académicos y profundos. Los grupos de WhatsApp tienen la capacidad para trasladar a los espacios virtuales las mismas situaciones que se pueden observar en asociaciones, foros, encuentros y reuniones de personas en el mundo físico. Así, por ejemplo, existen los miembros del grupo que dirigen y los que siguen sus directivas, los que nunca hablan y los que opinan sobre todo, los pacíficos y los conflictivos, los que entienden el propósito del grupo y los que traen cuestiones irrelevantes, las discgusiones acaloradas y los debates civilizados, etc.
Estos grupos, pienso, son los espacios en los que se refleja de forma más notable nuestra humana necesidad de ser parte de algo importante, sentirnos aceptados, tener amigos y hablar de los temas que nos gustan, además de hacer ver a otros que estamos allí y podemos opinar.
Este análisis, más que una cuestión tecnológica, es una reflexión sobre cómo el mundo que hemos creado es el reflejo de nosotros mismos y nuestras más naturales tendencias. Es la forma de reconocer que, sin importar lo que seamos capaces de crear, siempre, aunque sea de forma inconsciente, estaremos atendiendo a nuestras necesidades más básicas y a nuestra búsqueda de relaciones con otras personas.
La tecnología, en últimas, ha sido apenas un proveedor de medios para cumplir con ese objetivo fundamental.